Santiago Ramón y Cajal

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santiago_rcSantiago Ramón y Cajal nace el 1 de mayo de 1852 en la villa Navarra de Petilla de Aragón. Localidad perteneciente a la Corona de Aragón, pero que el año 1209 es empeñada por Pedro de Aragón, como garantía de deudas contraídas, a Sancho el Fuerte de Navarra. En 1231 Jaime I, no pudiendo saldar sus deudas, cede definitivamente la villa al Reino de Navarra… no deja de ser curioso que alguien tan austero como Ramón y Cajal sea navarro por causas económicas, aunque siempre presumió de “aragonés de raza y de carácter”.

Fue el primer hijo de Antonia Cajal Puente y Justo Ramón Casasús, cirujano con trabajo temporal en dicha localidad y en la que nuestro ilustre personaje reside únicamente durante 17 meses. A partir de ahí el trabajo de su padre le llevará por Larrés (Huesca), Luna, Valpalmas (Zaragoza), Ayerbe (Huesca) donde se establecen desde 1858 hasta el traslado final de su padre que se produce en 1870, cuando consigue un empleo en la Universidad de Zaragoza, donde su hijo se matricula en el primer curso de Medicina.

Nada más terminar la carrera en 1874, Santiago obtiene por oposición una plaza como médico segundo en el Cuerpo de Sanidad Militar, con el grado de teniente. Este mismo año -ya como capitán- parte con el cuerpo expedicionario hacia Cuba, de donde regresa en 1875. Un año después obtiene su primer cargo oficial en la administración como Practicante de Primera Clase, luego Ayudante Interino y Profesor Ayudante Interino de Anatomía, todos ellos en Zaragoza. Cátedra de Anatomía en Valencia, Cátedra de Histología y Anatomía Patológica en Barcelona y, finalmente, Cátedra en la Universidad de Madrid donde se establece definitivamente el año 1893 y donde reside hasta su muerte que tiene lugar el 17 de octubre de 1934.

Trabajador tenaz, sabio y cuidadoso observador alcanza a lo largo de su vida magníficos logros científicos y éstos le reportan múltiples reconocimientos nacionales e internacionales entre los que hay que destacar el Premio Moscú en 1900, la Medalla de Helmholtz en 1905 y el Premio Nobel en 1906, compartido con Camillo Golgi.

Pero Santiago Ramón y Cajal aparece citado en este espacio en calidad de masón nacido en Navarra y figura como miembro de la logia Caballeros de la Noche nº68, en los Valles de Zaragoza, perteneciente a la Obediencia del Grande Oriente Lusitano Unido.

Ingresó joven en la masonería, antes de los 25 años y sólo hay un par de apuntes concretos sobre su historial masónico: consta inscrito como aprendiz (masón de primer grado) el 22 de marzo de 1877 y ya como compañero en julio de 1878. Su nombre simbólico era Averroes y estaba registrado con el número 96. Luego se pierde por completo su pista y no aparecen nuevos datos sobre su progreso dentro de La Orden, aunque desde siempre compartía una característica común a todos los buenos masones que conozco: era un auténtico buscador.

Busca en sí mismo y en cuanto le rodea, su espíritu creador lo aplica siempre y en todo…aprendiz de zapatero, culturismo, ajedrez, dibujo, fotografía (en algunos países es más conocido como fotógrafo y experto en química y técnica fotográfica que como neurólogo), escritura (y no sólo textos científicos) o hipnosis. En todo es bueno, pero establece de modo inflexible sus prioridades y si -como en el caso del ajedrez- esto le limita el tiempo para otros empeños que considera más importantes, pues…lo deja, sin medias tintas: pasa de ser un gran jugador a no tocar una ficha. Su carácter retraído, huraño y altivo, tampoco le ayuda demasiado a hacer amigos, pero el trabajo tenaz todo lo compensa y su valía triunfa sobre envidias de colegas, aunque él se limite a refutar opiniones mediante pruebas de laboratorio.

Su aportación sobre la estructura microscópica del sistema nervioso sigue siendo aún hoy considerada la mayor que nadie ha realizado nunca y es la base sobre la cual los neurocientíficos actuales construyen sus nuevos conocimientos. El método de tinción de Golgi es mejorado por Ramón Cajal y en sus manos demuestra una eficacia que ni su propio creador supo demostrar con el mismo acierto.

Pero a su capacidad científica une un imparable empeño divulgador del que se benefician primero sus colegas, pero al mismo tiempo el conocimiento en general. Una serie de conferencias se publican primero tal cual, se convierten luego en un monográfico, se amplían después en formato de fascículos y terminan por convertirse en los tres tomos de “Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados”, la obra de su vida, según el propio Cajal. “La última sesión científica del Ateneo”, “Los actos reflejos y la filosofía del inconsciente”, “Las maravillas de la Histología” o “La máquina de la vida” son otros ejemplos de entre los más de treinta libros y más de quinientas comunicaciones publicadas.

No se queda nada para sí y comparte sus descubrimientos con la misma generosidad que sus opiniones, aunque distingue entre la ciencia pura y el resto; algunos de sus artículos aparecen firmados por el “Doctor Bacteria”, “pseudónimo terrible, que yo usaba para mis temeridades filosófico-científicas y las críticas joco-serias”.

Poco se sabe de su vida masónica, pero mucho de su capacidad para mejorar el mundo en el que vivía y de hacerlo con una nítida escala de valores iluminada por la sabiduría, la fuerza y la belleza.

A.F. M.·.M.·.

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